SLASH

SLASH

13/03/2019

WiZink Center Madrid

Que un veterano y estrella del rock como SLASH continúe con su proyecto en solitario aún habiendo reunido de nuevo al mastodonte Guns N’ Roses es digno de agradecer. Y lo es además porque el guitarrista norteamericano ha sabido dar forma con los años a un proyecto musical de alta enjundia, gracias a sus músicos y el talento de Myles Kennedy al frente.

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Con eso y con dos fechas en España el guitarrista volvía al WiZink Center de Madrid sabedor de que su poder de convocatoria es ahora algo menor, ya que debido a su vuelta con Axl el repertorio se centra ahora al completo en su set list como proyecto.

Fuerza y hard rock por bandera para un Ring del antiguo Palacio de los Deportes que, sorprendentemente, no sonaría tan potente para lo que acostumbramos en este estilo musical y menos aún en un pabellón.

Una entrada tan veloz como el viento, quizás por ello de comenzar con «The call of the wild» dando el último paso un Slash que en el lado derecho del escenario aglutinaba a la mayor parte de sus seguidores, dejando el lado contrario mucho más accesible. Aunque de accesible podemos hablar porque el Ring no estaba ni mucho menos al completo, quizás motivado por esa pérdida de «ilusión» que conlleva la vuelta de Guns, cuando antes la oportunidad de verle sobre un escenario era únicamente ésta.

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Sólidos y con unos buenos compañeros de fatigas a su alrededor, Slash es consciente de ello quitándose en muchos momentos el protagonismo para dárselo a Myles Kennedy y The Conspirators. Una banda con peso propio, dando relevancia al hard rock cuidado y poderoso de cortes como «Halo», «Standing in the Sun», «Ghost» y «Back from Cali».

Pura entrega y buen hacer de la banda al completo, con momentos guitar hero de Slash pero contados, con la sencillez de un escenario «pelado» con la lona de su último disco de fondo y donde los amplis Marshall sirven de única decoración, dando el papel principal a la música.

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Ahí la función está liderada por un Myles Kennedy esencial, mágico siempre a la voz aunque en algunos momentos conocedor de ser el segundo de a bordo, sabiendo dando un paso atrás y apuntando el foco en el señor del sombrero de copa.

Funcionan como un todo en la energía que desprenden cortes como «Living the dream» y la musculosa «My antidote» para dejar claro que todos tienen su momento. Todd Kerns como entrega total al bajo y voz en «We’re all gona die» haciéndose con el micro para ofrecer su guiño particular al fallecido Lemmy de Motorhead y dejando espacio para grandes solos de guitarra del «jefe».

Aplausos y muchos brazos en alto bajo el clamor popular en «Nightrain» curiosamente el único tema de GUNS N’ ROSES para la ocasión ya que Slash ha decidido dejar de lado su banda en el repertorio. Porque Guns ha vuelto y ya no tiene sentido dedicarse a hacer covers, y quizás porque Myles deja en un papel menor a un Axl que, a día de hoy, ya quisiera brillar como lo hace el frontman de Alter Bridge.

Se maneja en todos los ámbitos como una bestia parda vocal, aunque demasiado centrado en ello, lo que que le resta méritos en lo visual, pero conocedor de su buena forma a la voz para amoldarse en cortes guerreros como «Mind your manners» o manejarse de forma preciosista en medios de la talla de «Starlight».

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Y así entramos en una parte final rozando las dos horas de duración en la que se marcan «You’re a lie», «World on fire», «Slow grind» y «Anastasia» como punto final, ese en el que mezclado con solos de guitarra infinitos hacía algo más densa su despedida. Todo forjado por las presentaciones eternas donde solo Slash supo dar un «gracias» en castellano como querido guiño hacia el público.

Por lo demás, una buena lección de rock, alargada en demasía por partes instrumentales eternas en su cuenta atrás, que en cualquier caso no desmerecen la demostración que SLASH necesita y no por dinero exactamente, seguir haciendo rock más allá de Guns N’ Roses, y esa, señoras y señores, es una grata noticia.

Miguel Rivera

Fotos: Javier Bragado