El film ahonda, de manera sobresaliente, el escandaloso mundo de la corrupción política, en la que como bien dice su sinopsis, caen los reyes pero El Reino se mantiene en pie.
Con un sólido reparto y con la figura de Antonio de la Torre como máximo exponente, el film de Sorogoyen trata los bajos fondos de un partido político. Ahí, Manuel López Vidal (De la Torre) debe ocupar el máximo nivel en el organigrama del partido. Pero un pequeño escándalo de uno de sus compañeros le salpica y poco después, Manuel será el señalado como cabeza de turco.
A partir de ese momento, todo lo que antes eran puertas abiertas se convierte en un infierno que va a más para el político en cuestión. Es ahí donde Manuel comenzará su particular lucha contra los grandes poderes del partido. Una trama corrupta que, lejos de querer mancharse, cargan con todo «el marrón» a Manuel. En una sucia espiral hará todo lo posible para que, aceptando su culpa, el partido cargue también con ello. Pero nada será fácil, salpicando a su familia y también poniendo en peligro su vida.
Con todos esos detalles Sorogoyen juega con la cámara a un ritmo vertiginoso, impactante, donde Antonio de la Torre juega a la carrera como un político contra las cuerdas que luchará caiga quien caiga. Intensidad, ritmo y un elenco de personajes bien construidos, enseñando la cara más sucia de la política y lo que engloba.
Un fiel retrato de una realidad incómoda, la que nos rodea entre partidos y que pretende, con ello, poner en situación al espectador. Todo funciona como un reloj y, a medida que avanzan los minutos, esa espiral se ve más enrevesada si cabe, en un tramo final que quita el aliento.
Miguel Rivera
