¿Qué coño estamos haciendo aquí?

¿Se han vuelto más incómodos los festivales o es que nos hemos hecho mayores? Si nos paramos a pensar, seguramente haya un poco de ambas para responder, más si cabe que desde 2019 no nos encontrábamos en la tesitura de poder volver a disfrutar de ellos, y que también la vuelta a los mismos, tres años después, se hace tras un camino pandémico en el que nos llegamos a olvidar de los apretujones y del gentío, dos años largos marcados por las distancias, cero aglomeraciones e individualismo.

Reencontrarte está muy bien, pero ese reencuentro y la experiencia festivalera ha sido el de las masificaciones y, a veces, descontrol, como quien monta por primera vez un festival pero con años de experiencia a la espalda, como si la época pandémica a algunos les hubiera hecho olvidar cómo se hace y de qué va esto.

A modo organizativo, un evento de grandes dimensiones es de por sí algo ya muy complicado, y dos años de silencio parece han hecho mella tanto en los que los montaban como en los que asistíamos a ellos, a los que volvemos con tres años más.

«Queremos cuanto más mejor, y todo tiene un precio… no sólo en el del coste de la entrada, también de servicios dentro, pero cuyo pago en muchas ocasiones no está a la altura de las circunstancias«

Con varios eventos ya en la espalda a comienzos de julio y algunos por venir, es cuando me pregunto cómo está la cosa, y el asunto es que regular. Como la cosa va por barrios, algunos solo han vivido «grandes experiencias» en lo que va de racha festivalera, pero cierto es que testando redes y comentarios entre el personal, y respuestas de los propios eventos, son numerosas las quejas y muchos los que nos planteamos el modelo festivalero actual.

Queremos cuanto más mejor, y todo tiene un precio, y de precios desde luego, porque los mismos van a más, no sólo en el del coste de entrada, también de servicios dentro, pero cuyo pago en muchas ocasiones no está a la altura de las circunstancias.

Las barras y servicios

Bien, damos por hecho ya que 11 euros de cerveza más uno o dos euros del vaso, por eso del respeto medioambiental, que me parece idóneo, ya va implícito y lo hemos «comprado», más en tiempos de IPC con dos dígitos. El caso es que cuanto más pagas mejores servicios quieres, y es un habitual ya que tanto pedir en barra, como los accesos se conviertan en odiseas en el desierto, y la ecuación por tanto es simple: «pagas más, tienes menos o peor».

Por amigos o compañeros de prensa ya son varios los que han vivido malas experiencias como si la cerveza se regalara en ellos. La hora minutada de una hora en el Primavera Sound para refrescar el gaznate, la sinvergonzonería de un Capital Fest en Talavera de la Reina que bien podría haber sido un festival pirata en el que sus asistentes, con golpes de calor mediante, vivieron una auténtica odisea en el desierto. Mallorca Live tuvo que pedir disculpas en la primera jornada de hace unos días en redes, tras las aglomeraciones y problemas de recarga de pulseras por conectividad.

«Es ya un habitual que tras al menos el primer día, salgamos con comunicados para pedir perdón«

Este tipo de cosas, tras haber soltado una pasta y donde encima vas a gastar, con un retorno que debería ser óptimo para el evento, no deberían ocurrir de forma tan habitual como estamos viendo.

En mayo, un festival con solera como Tomavistas, dejaba el estupendo Parque Tierno Galván por el incómodo asfalto de Ifema, en una primera jornada muy juvenil que se vio marcada por las colas y las esperas interminables para poder pedir, volviendo a hacer de la experiencia otro recorrido incómodo con sus numerosas críticas en Twitter, sitio también recurrente para pedir la hoja de reclamaciones sea como sea.

Parece que el claim ya sea «pagas más, tienes menos o peor».

Es ya un habitual que tras al menos el primer día salgamos con comunicados para pedir perdón por lo que podríamos llamar en ocasiones «caos organizativo», sabiendo ya de por sí de las dificultades para montar un evento de estas características pero con el público como testeo siempre de lo negativo también.

Modelo de negocio y edad

Que la edad te va haciendo que mires con más recelo o de forma crítica un festival es algo que diríamos va implícito porque la mirada adolescente o veinteañera es más proclive a dejar pasar ciertas cosas. Y es curioso esto, porque vas haciendo de los festivales algo más grande e incómodo, además de caros, justo para una media de edad que sube y que, con más de 30 o 40 años es la que, por supuesta independencia económica, va a hacer más gasto y por tanto retorno en barra y servicios para el propio festival, haciéndole dudar después de su vuelta al mismo.

Esto es algo que hemos hablado entre compañeros de prensa, lo de convertir rebaño a un público que va a eventos masificados. Siempre hemos tenido festivales de miles y miles de personas, ahí sigue el Viña Rock, lo que lleva a pensar nuevamente en edades. El Viña es un festival en el que me he tirado (literal), siete años seguidos y no de adolescente «viviendo» en camping, y he disfrutado el concepto, porque con más o menos gente lo he conseguido.

Mi colega Álex García de Solo-Rock me decía justo hoy «yo siempre he disfrutado de los festivales, pero cierto es que hasta el Viña Rock tenía mejor servicio que los eventos de hoy», y es algo que destacar, porque es muy cierto. Hemos hecho incómodo lo que igual antes seguro era más cómodo, pero aumentando precios y ofreciendo menos, y eso no va con la edad, va en perspectiva.

El jueves asistía al Festival Río Babel, una primera jornada en la Caja Mágica con 17000 personas que claro, en un espacio de esas dimensiones con barras y baños lógicos para ese público, hacían la experiencia digna, porque ya nos vale eso, que no haya que penar es el objetivo, pocas veces conseguido.

El no tener que lanzar comunicados de perdón después como de quien va a confesarse ya es todo un logro. El viernes con Tangana, con todo vendido y casi 30000 personas, por lo que me decían ya no lucía todo igual. Mi amigo y compañero Javier Herrero de EFE apuntilla en nuestro grupo de prensa: «¿Sabes lo que pasó? Que no había más oferta que el día anterior, con lo cual las 27000 personas estaban todas en la misma zona, con lo que supone eso para esas barras, baños, movilidad, etc» .

A veces, aunque sea de broma me pregunto «qué coño hacemos aquí», en realidad algo que soltaba al aire ese mismo día David Gallardo, también desde la perspectiva de quienes recorremos más festivales por tema laboral que otros, y en las que por mucho que algunos piensen «esos de prensa van gratis» tenemos casi las mismas «(in)comodidades» que otros, pero sabiendo que vas a dormir muy poco para poder contar durante 3 o 5 días crónicas diarias de lo que sucede.

David Gallardo de Mercadeo Pop, habitual compañero de aventuras y desmanes festivaleros, a tenor de todos los inconvenientes que se están dando, y que buscan además mayor masificación, comenta: «De todo esto al final la gente se va a cansar, aunque bueno, ahí sigue Cortilandia».

En resumen de todo, lo que se pide, es dignificar la música en directo al aire libre, pero ante todo a un público que asiste, paga y busca divertimento sin hacer de su experiencia un recorrido cuestionable en el que ir a quejarse porque sí a las redes después, que a (casi) nadie nos gusta. Es cuando entonces miras de reojo y quizás debemos apuntar a esos eventos y festivales que siguen buscando un formato medio y sostenible, en donde el público sigue siendo lo importante, tanto como para cuidarlo, no pedimos más.

No ha hecho más que empezar el verano, y la cuesta festivalera sigue, veremos hacia dónde en este modelo que además viene de dos años de sequía impuesta, y con el Mad Cool en el horizonte, un evento que como cartel siempre tiene músculo pero que se vuelve muy tímido en el resto de recursos.

Miguel Rivera