METALLICA
03/05/2019
Vadebebas, Ifema
A estas alturas de la película contentar a las masas, 68000 personas en este caso, en un evento de estas dimensiones es harto complicado. Si a todo ello le sumas los precios, la lejanía y capacidad de un recinto como Valdebebas, las redes sociales, los que llegan tarde, los que llegan pronto, los que esperan mucho, los que se van con poco, tenemos un cúmulo de circunstancias en las que echar mierda por todos lados.
No solo de haters vive el mundo y hay quien sabe sacar luz de tanta oscuridad a tenor de lo que podemos leer ya hoy en internet. Conocedor uno que escribe de las dificultades del recinto gracias (o desgracia) de ser la ubicación de Mad Cool, el aviso por parte de la organización para que la gente llegara con tiempo al concierto de Metallica se hacía por una cosa, para que no todos nos agolpemos poco antes de entrar y luego nos quejemos.
Es cierto que el lugar sigue siendo mejorable, especialmente ayer en tema baños, muy escasos lo que hizo ya antes de comenzar la gente estuviera orinando en las verjas. Y también el acceso de cuello de botella que se forma en el temido túnel de entrada y salida, más propios de una grabación de Walking Dead que de paso de entrada a un recinto en Madrid. Pero también lo es que ante 70000 personas no podemos esperar que todo sea como ir a tomar una caña en el bar de casa. Y hablando de cañas, 3€ obligados por el vaso de plástico más 12€ la cerveza es, cuanto menos, cuestionable. Si Tobias Sammet (Avantasia) hubiera estado ayer ¿qué es lo que hubiera dicho?
En lo que respecta a la música, METALLICA sigue siendo gigante musical para bien o para mal, capaz de seguir batiendo records, y con tan poca distancia entre conciertos. Si el año pasado marcaba el registro de mayor público en WiZink Center de Madrid, poco más de un año después lo hacía con su concierto más multitudinario en Valdebebas, con casi 70000 personas.
Es la banda norteamericana un reclamo generacional ya de padres, hijos y sobrinos, y lo es con todas las consecuencias, conocedores de su peso e importancia dentro del heavy metal, con un legado indiscutible y un buen revulsivo musical como “Hardwired… to self destruct” su última obra. Con la excusa de la misma, un año después y vendiendo todas las entradas de Madrid y Barcelona meses antes, la formación presentaba la gira de estadios.
Lamentablemente en nuestro caso de recinto festivalero y digo esto porque en un estadio todo hubiera lucido más. Desde el sonido, que afortunados nosotros, iría mejorando con el paso de los minutos como por temas de accesos y movilidad, hay que reconocer que Valdebebas es una especie de desierto a pocos kilómetros de la sociedad.
El recinto de Mad Cool con sus letras y su césped artificial nos acogía con la amplitud que aporta y con la nula conectividad que ofrece. Es como retroceder al pasado, un sitio ideal para aquellos músicos que piden que dejemos las redes y móviles en un segundo plano, dado que contar algo desde allí o comunicarse es más bien una pequeña odisea.
Bokassa y Ghost iniciaban la tarde, una tarde de mucho ambiente desde horas tempranas, y donde el viento fresco que nada tenía que ver con el día anterior, hacía presagiar una noche fría en muchos sentidos.
Cuatro pantallas gigantes y la M y A de MetallicA aflorando en los laterales para dar empaque visual a un directo que mostraba músculo musical pero no tanto visual, o cuanto menos menor de lo esperado para una actuación de 100€ la entrada en adelante.
Lars Ulrich, James Hetfield, Robert Trujillo y Kirk Hammet son perros viejos, y ya se llevaban los primeros gritos ante un mar de smartphones en lo alto mientras sonaba de fondo “Ecstasy of gold” de “El feo, el bueno y el malo” de Ennio Morricone sintonía ya clásica con escenas del film en pantalla. El acto de presencia de los cuatro sonaba atronador y no en el mejor sentido para entrar con “Hardwired…” dejando claro que venían a presentar su disco, aunque no tuviera tanto protagonismo dentro de sus 18 canciones y dos horas de directo. Todo engalanado con dos globos gigantes en lo alto de unas grúas para explotar después.
Entrega total en cortes como “Disposable héroes” y pelos erizados ante los acordes de “Unforgiven “ con su videoclip en medio de las cuatro pantallas gigantes, que desconozco si darían visibilidad a las miles de personas de las últimas filas. De lo que sí dábamos cuenta es de que el sonido iba mejorando con respecto al inicio pero que, y dadas las dimensiones del recinto, no era tan potente como lo esperado, motivado también por el viento y apertura que siempre hace se pierdan decibelios por el camino.
“38 años en esto, tocando en un espacio gigante y con vosotros, la familia de Metallica” decía un Hetfield agradecido donde el frío arreciaba para calmarse ayudado durante unos segundos por los fuegos de escenario con su “Moth into flame” ante la locura del público.
Y dentro de esa locura del respetable, la locura de la banda, que se marcaba ante asombro, risa e incluso decepción al interpretar una versión de “Brutus” de LOS NIKIS “Los Ramones de Algete” para Trujillo.
Revisiones a lo “St. Anger” y algunos temas cuestionables de un repertorio que conocíamos de dos días antes de Lisboa y que no era ni de lejos el más esperado, amén de grandes canciones como “One” o su portentoso “Master of puppets” cortes con los que hacen olvidar ciertos pasajes menos sólidos de su actuación.
Los que van a ver a Metallica y por mucho que a veces pese a los grupos, quieren escuchar sus clásicos y entre algo de paja de por medio más cierta sensación de piloto automático por parte del grupo, el tirón que supone “For whom the bell tolls”, “Creeping death” y su musculado “Seek and destroy” elevan y mucho su actuación, mejorando enteros la sensación de frío que por momentos, y no por la noche, iban dejando.
Llegábamos así al bis, bajo ese cortante viento que ya hoy ha casi desaparecido, para volver a cuestionar su elección musical con “Lords of summer” más cuando solo quedan otras dos canciones. El resultado, gente a los alrededores charlando y esa sensación de “esperar algo mejor para cerrar”. Así lo harían, con un golpe encima de la mesa con la magia de “Nothing else matters” y la brillantez de “Enter sandman”. De pasotismo de la vuelta del bis por el público a la agitación popular para cantar con los americanos de principio a fin sus dos últimas canciones.
Un poco de fuego, unos petardos finales, cuya pólvora festiva poco lució, para cerrar en alto dos horas de directo que, dejaba encontradas sensaciones entre muchos.
Con todo ello, y habiendo pasado por Madrid tan solo un año antes, su actuación anterior en mi humilde opinión lució mucho más, ya no solo por el pabellón, el WiZink es mucho WiZink, sino más bien por el espectáculo en general y escenografía, pero ante todo por un repertorio algo menor de lo que podríamos esperar para un concierto híper dimensionado.
Haciendo referencia al principio, a estas alturas de la película creo que, por todo, podemos exigir un poquito más.
Texto: Miguel Rivera
Fotos: Javi García
