DEPECHE MODE

DEPECHE MODE

16/12/2017

WiZink Center, Madrid

Fotos: Javier Bragado

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Como cada tres o cuatro años la veteranía y clase de DEPECHE MODE regresaba a nuestro país para ofrecer una nueva presentación, la de “Spirits”, un disco interesante que en cualquier caso venía a ser excusa para una de esas grandes bandas sin relevo en la actualidad.

Lo sintético de su música, la elegancia y personalidad de una de las bandas más influyentes del synth pop de los 80 y 90 ha marcado a diversas generaciones, amén de los 16000 asistentes y sold out nuevamente en Madrid de la formación liderada por Dave Gahan.

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Dos horas de música y espectáculo era lo que nos iba a deparar una noche fría de sábado en Madrid, a puertas de la Navidad, para muchos de sus fans acérrimos éste iba a ser el mejor regalo posible de cara a las fiestas.

A pesar de poder volver a verles en julio dentro del macrofestival MadCool, la banda siempre consigue  reunir una y otra vez a sus acólitos sin pestañear. La magia de un Dave Gahan bailarín y emocional emergen en un directo notable, de inicio denso todo hay que decirlo, aunque sus fieles no pueden ver más allá del sobresaliente en cada visita.

Siendo justos, su puesta en escena, limpia, se prestaba de poca espectacularidad si eliminamos una pantalla gigante dividida en dos planos al fondo para que Gahan pudiera pasear su buen estado de forma por cada lado del escenario.

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Pero no importa, lo mejor lo teníamos en esos sintes, samplers y la energía y compromiso de dos monstruos de la escena como Dave y Martin Gore, nuevamente con mucha química en escena.

Casi 40 años de carrera a la espalda, que como de todo veterano, se espera poco de lo nuevo y mucho de lo viejo. La banda venía a eso, con un set list old school especialmente y como no podía ser de otra forma de la mitad para adelante.

“Ultra” uno de esos discos que sirven de entrega con cinco canciones y un formato escénico con pasarela a la izquierda de escenario para el pase de “modelo” bailarín que Gahan añadía cada ciertas canciones para dar la mano o marcarse baile casi flamenco en un “Enjoy the silence” majestuoso para embriagarnos con su nostalgia de rock electrónico.

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Si nos atenemos al comienzo, para los más lejanos del grupo, seguro que denso, lento con “Going backwards” en un ritmo excesivamente tranquilo, que aunque con un classic como “It’s nog good” comenzaba a levantar algunos asientos no sería hasta “Precious” cuando entráramos en calor, y eso en lo musical, porque el ambiente invernal de fuera no se plasmaba en un WiZink Center que hervía de calor, literal.

Los contoneos y la complicidad de Gahan, casi un títere sin cables y Martin se plasmaba en un buen resultado escénico, acompañados de vídeos y visualizaciones particulares, algunas muy bellas “In your room” y otras llamativas como en su “Enjoy the silence”.

Martin elevado alma matter aunque no nunca brille tanto como Gahan, sabiendo manejar los instrumentos y dotar de ese sonido tan personal y electro que les ha llevado a lo que son hoy en día. Intensas “Home” o acústicas con Martin al frente “Insight”, manejaban tiempos que iban calentando motores ante un repertorio con el que las gargantas se entregaban: “Where is the revolution”, “”Everything counts” y cómo no, “Enjoy the silence” cuyos acordes universales bañaron el WiZink de luces de smartphones para capturar el momento.

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Pura nostalgia, de esa que por muchas veces que les hayas visto o no, te pone los pelos de punta y emociona. Baile mágico que cada pocos momentos Gahan se marcaba, pasando de un lado de otro del gigante escenario, para cumplir con todas las partes, saludando, ofreciendo saludos y manos o tirando de pistolas para lanzar, imaginamos, camisetas.

“Everything counts” fue otro de esos momentos para la posteridad, dando cuente de los muchos hits que marcan su aplaudida carrera. Una fiesta de brazos en alto de un lado a otro, acompañando a su vocalista, desde el foso Golden hasta la última grada más alta, todo esa una comunión que con su apoteosis final “Walking in my shoes” épica y “Personal Jesus” devolvía la sonrisa al respetable.

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No les hace falta mucho pero lo llevan. Sin grandes artificios se muestran como una banda de baile, de momentos muy oscuros, de luces tenues y de entrega musical, de danzas y piruetas infinitas de un líder nato como Gahan y de un repertorio que cuesta de inicio y que te marca hondo en hora posterior. No voy a decir que fuera un concierto para la historia pero, desde luego, dejó un gran sabor de boca a miles de fans. A otros, un buen directo y, tras tantos años y legado, es más que suficiente.

Miguel Rivera