Rayden, la voz cercana

La capacidad de sorpresa, de forjar un sello propio y de sentar “cátedra” de alguna manera en lo musical, para dejar huella y legado a lo largo de los años, no es algo que todos los artistas puedan conseguir. Pero menos aun es lograr calar entre oyentes de diversos géneros, jugando con eso mismo, los estilos, para sin renunciar a la música que te ha ido dando fama, saber conjuntarla con ramalazos y músicos de otros géneros que nada tienen que ver con lo que venías haciendo.

Lógica, cabeza, lírica y cosas que contar, bajo una personalidad que auna, por un lado, una capacidad innata para escribir poesía rapera en sus letras, pero yendo mucho más allá. Por otra, la de ser uno de los tipos más campechanos, agradables y humanos que he tenido el gusto de conocer a nivel periodístico.
Dicho esto, Rayden (David) ha ido puliendo su carrera musical a lo largo de dos décadas, la primera en la del 2000, cuando con A3Banda se empezó a dar a conocer con diversos discos y el galardón antes mencionado, como «gallo» poco doméstico capaz de sorprender al mundo del rap.

Rayden y Alice Wonder en «El mejor de mis errores»

Después, la segunda parte, la que nos ocupa, la más prolífica en éxito musical y reconocimiento nacional, la que va de 2010 hasta hoy (y lo que queda, el firmamento) para construir lo que ahora es de sobra conocido en el espectro musical: RAYDEN.

Bajo ese nombre conocemos al artista que ha encandilado cientos de miles de oídos, que lleva a colgar sold outs por media España, el de la superación, el de no mirar géneros para crear el suyo propio y de buscar colaboraciones que, en un estilo como el rap, algunos no hubieran visto sentido ni significado.

Así es como este “loco” alcalaíno, ha demostrado su gusto musical y poético, unas letras con las que fusionarnos, con las que poder identificarnos, que hacernos nuestras, algunas incluso lecciones de vida y crítica social.

Alma con brillo, voz inconfundible

«Alma y Hueso» fue el legado con el que arrancar corazones, engancharnos a sus «lecciones» y mostrar su brillante forma de componer, regalos de vida como “A mi yo de ayer”, un sueño vocal y fórmula que poder presentar en las escuelas, es más, podría ser la sintonía musical con la que acceder a las 9 de la mañana en colegios e institutos.

Su inquietud y pensamiento hizo que ideara en torno a los juegos de palabras, una trilogía musical que ya quisiera Peter Jackson. Con «Antónimo» abría la veda para forjar ese juego musical de géneros del que hacía mención al comienzo. Su fórmula, buscar colaboraciones vocales inteligentes, de indudable calidad y en todo tipo de géneros para aunar a veces voces del pop, con otras del rock o del rap también, sin miedo, con valentía y sin prejuicios, mal muy habitual en la música en este país.

Es así como hacía toda una declaración de intenciones “No hago rap” en la que “hago lo que me sale de dentro, hago más que tu sin hacerlo”. Todo dicho sobre una forma de interpretar con contundencia sonora, esas geniales guitarras y una montaña rusa emocional en lo musical digna de estudio. Lindezas como “Puertas”, donde cualquiera puede sentir y verse atraído por esa fórmula cuya base es el rap en la forma de contar, pero que baña de melodías y estribillos, efectos y bases sus canciones.

En su base como fundamento, colaboraciones muy bien escogidas, todas ellas con sentido y aportando el significado, belleza o tensión a cada tema. La maravillosa voz y forma de Carmen Boza en “Pan, circo, ajo y agua”, la delicia extraña de la “Amalgama” de Leonor Watling o ese “Imperdible” que pincha y enamora con Sidecars, donde Juancho ofrece el toque definitivo en su emocionante estribillo. Y como colofón, la canción a su niño, un retoño que no es más que su “Pequeño torbellino” que con Mäbu consiguió convertir en un regalo para todos nosotros.

Los puentes que creaba con músicos de distintos géneros tuvo más significado en sus nomenclaturas en “Sinónimo”, segundo legado de la trilogía, en el que se marcó un “Careo” enamoradizo con la amiga y confidente Bely Basarte, volviendo a demostrar que rap y pop casan deliciosamente bien. La “Levedad” de Iván Ferreiro, a la magia intensa y emocional que despertaban “Un solo ser” con Andrés Suárez y sus “Abrazos impares” de Pablo López.

Llegados a este punto, nos vemos en la inquietante espera de su tercera obra, final de la trilogía: “Homónimo”. Adelantándose a la misma, volvía a brillar en su primer single “El mejor de sus errores” esas relaciones terminadas que con la voz y sentimiento de Alice Wonder no hace más que despertarnos las ganas. De esa melancolía romántica, Rayden ha pasado a ritmos mucho más viales y felices “LoBailao”, al último regalo “Solo los amantes sobreviven” con Fredi Leis, volviendo a dejar claro que sus colaboraciones son, además de enriquecedoras en lo musical, inteligentes.

El puente entre ritmos y géneros, da lugar a que nos emocionemos, gritemos, que nos encoja en lo lírico o nos lleve al baile más sensual y canalla.
Un tipo que en las distancias cortas te gana, que saca su verborrea musical calmada en los tiempos cuando hablas con él, incluso reflejando a veces timidez, para no callarse nada, para dar sus impresiones que como en su música, no atienden más que a su sentir y pensar, dejándote siempre titulares.

Se ha posicionado muchas veces, creado canciones que son pura lucha de la mujer contra el maltrato “Caza de pañuelos” con un sentido de indudable talento y tacto. Ha tenido tiempo para dar rienda suelta a sus gustos cinematográficos, en forma de serie, su legado y brindis a “La casa de papel” o abriendo cantando los últimos Premios Goya antes de un desconocido, por aquel momento “confinamiento”.

Es Rayden el artista polifacético, cuyas letras y forma de entender la vida y la música, nos deja libros de poesía por los que también es conocido y muy seguido, por cierto.

En lo personal, un trato exquisito, el que siempre brinda a quien escribe este artículo. En persona, haciendo hueco en cuanto puede, cuando no, como en confinamiento, hablando al teléfono. La primera vez que le vi en La Riviera, conseguí entender de primera mano y más allá de un disco, la calidad que atesora en vivo, capaz de asimilar el puente que construye entre géneros, sabiéndolo llevar sobre un escenario para que la palabra rap tome un sentido total pero abriendo esos caminos por el que se “cuelan” muchos oídos de otros géneros, un abrazo que sirve entre un público diverso que no atiende a etiquetas.

He disfrutado de su capacidad para sumarse en vivo con bandas diferentes, desde la elegancia y sentido de Fuel Fandango, en un viaje a Oviedo de la mano de Mahou, para brindarme un hueco a altas horas de la noche para charlar en camerinos y construir la que para él fue “una de las mejores entrevistas que le han hecho sin buscar un titular como click bait”. En esas formas elegantes, atendiendo a todos los medios, tiene tiene espacio y tiempo para brindar unas palabras de agradecimiento de las que recojo orgulloso el guante.


De vernos y tener tiempo de hablar contigo en Toledo, tras un intenso directo y con decenas de fans alredor esperando, siempre abierto a invitarte a sus conciertos o de convertirse, sin quererlo, en el mayor reclamo final de un cierre en Arenal Sound, para dejar el pabellón bien alto en el sueño de una noche de verano.

Y como siempre, buscando dar un paso más allá. Un disco que se acerca en la lejanía, junto a un es de noviembre en el que llegará su momento más esperado, el que puede ser el concierto de su vida, en un Wizink Center en el que cantarnos a pecho descubierto y nosotros, recibirle con el mismo trato y talento que dispensa encima y fuera del escenario.

Miguel Rivera