Scream, la saga slasher regresa en la era de los miedos reales

El cine siempre ha servido como lugar en el que «esconderse» para evadirse de la realidad durante unas horas, acompañados de gente desconocida, olor a palomitas y sonido dolby atronando las paredes de una sala oscura en donde pasar un buen rato.

Uno de los géneros que siempre se ha asociado muy bien con el espectador que acude a las salas es el terror. El género, pasen los años y generaciones, sigue manteniendo el tipo con una gran asociación, silencio y oscuridad en pantalla grande, que casan muy bien con eso de pasar un «mal rato».

Dentro del terreno de terror, el cine slasher quedó marcado a finales de los 90 por un boom de películas en la que tontorrones adolescentes iban cayendo a manos de asesinos con caretas y armas afiladas, véase la saga Halloween, Sé lo que hicisteis el último verano o la reina en cuestión, SCREAM.

La saga de Wes Craven consiguió convertirse al tiempo en pura cultura pop que los que ya dejamos la adolescencia atrás, sirve de pura nostalgia cinematográfica del cine de asesinatos con «gracia». Esa tensión medio rota con chascarrillos de algunos de sus protas, mucha sangre y sustos a base de una careta, Ghostface, que en Halloween sigue siendo un must por muchos años que pasen, marcó un antes y un después en el boom slasher.

Su primer film, de 1996, juntaba a un elenco, Neve Campbell, David Arquette y Courtney Cox, que venía de triunfar en Friends, que se ha ido manteniendo fiel a la saga para volver una y otra vez a ella, algo difícil en este tipo de producciones.

Ahora, en enero de 2022 llegará SCREAM 5, ya sin Craven en la dirección tras fallecer en 2015, y sin su compañero de aventuras detrás del film, Kevin Williamson, que triunfaba también entonces con Dawson Crece o la también divertida The Faculty, se presta como un gran reto descubrir si las nuevas generaciones habrán sabido caminar en los ecos de la saga slasher por excelencia, y si ese terror con guiños divertidos podrá seguir cuajando diez años después de su cuarta entrega.

1996 fue un año, como la década, muy llamativo, que poco se parece a los tiempos de hoy, más allá de que los teléfonos, ahora móviles, sean la esencia del terror y asesinatos que Ghostface seguirá usando para acorralar a sus protagonistas.

Scream se reía del cine de terror de asesinos en serie, marcando sus reglas básicas:

Nunca puedes tener relaciones sexuales

Nunca bebas ni consumas drogas

Nunca digas «Vuelvo enseguida»

Todas ellas servían para reírse de sí misma y de los elementos básicos que hacían morir en el cine de terror a sus personajes, aquí jóvenes guapetones acorralados por alguien cercano y desconocido.

Un cine olvidado en estos tiempos para descubrir producciones con mucho más presupuesto, golpes de efecto sonoro para espantar a la audiencia en tiempos de posesiones y casas malditas, donde las series y el cine se consumen en gran parte en casa gracias al streaming, amén de generaciones que puede que Scream les suene de lejos.

Unos tiempos diferentes a los de los 90, donde el miedo, la ansiedad, y el terror lo vemos en los telediarios y lo vivimos en pandemia, con secuelas varias, y donde quizás un asesino con careta de fantasma sea el menor de los problemas, «gracias» al horror del día a día.

El miedo existe en sus más amplias formas en el mundo real, pero el cinematográfico, con reclamos como la nostalgia de mejores tiempos basados curiosamente en cine de terror adolescente noventero, quizás puede ser la mejor excusa para volver a la oscuridad de una sala y evadirnos del miedo de calle que parece ya viene de serie y no de película.

Miguel Rivera