Rubén Pozo «Vampiro»

Sony Music

Es la de Rubén Pozo una de esas esperas que se han hecho largas, cinco años desde su último disco, ese «Habrá que vivir» cuyo título dejaba ver las ganas de exprimir una vida que, curiosamente, años después se vio limitada en tiempo y forma por una pandemia.

Un tiempo en el que de alguna forma todos hemos añorado ese lado nocturno que, impositivamente y dada la situación, nos han «robado», toques de queda mediante.

Ahora, el músico madrileño vuelve con la elegancia de un «Vampiro», para un disco cuyo proceso creativo comenzaba hace dos años, aunque como él mismo dice «las canciones ha tardado poco en componerlas». Independientemente de si ha sido rápido o lento, es «Vampiro» seguramente su legado más profundo y de más calado, un «muerdo al cuello» que resulta bello en vena, que entra al cuerpo y con el que te transformas bajo un repertorio algo diferente en tiempos pero de notable resultado.

En su disco menos enérgico, pero con mucho pulso, de ritmo más lento pero intenso, y de letras que van calando como historias con las que poder identificarnos en muchos de sus momentos, bajo la naturalidad de quien tira de humildad sobresaliente en cada composición.

«Vampiro» es un viaje que recomiendo hacer de día y noche, porque sus canciones calan de diferente manera según el momento en que las escuchamos, un recorrido convertido en un paseo nocturno que repetimos cada día y que va gustando más con cada nuevo paso, con cada canción convertida en mordisco de un músico que es capaz, sin necesidad de mirarnos, de hipnotizarnos.

El diseño de su portada, se luz tenue y gusto visual de guitarra y voz es lo que sobresale en el álbum. Los acordes iniciales de «Gente» sirven ya para dejar claro que es un disco natural, tema sosegado y con su sello personal impoluto que contrasta con el ritmo más vital y añejo de «Me pareces increíble», ese corte que tiene la esencia de Pereza y que con regusto canalla habla de amor destacando la idiotez de uno mismo y de joder las cosas.

Como adelanto marcamos «Mañana es lunes», un tema sencillo a la par que estupendo, para contar una historia de vida, la que llega cada siete días el domingo de tarde para recordar que tras ello llega el lunes nuevamente, del empezar la semana y volver a arrancar, pura sencillez que resuena más alto a cada escucha.

Su particular crítica a la estupidez social, a nuestros errores en «Abel y Caín» con la incomparable colaboración de Miguel Ríos que aporta esa fuerza personal. Pero si digo que es un disco sosegado lo es por canciones tan profundas como estupendas como «Tras la tormenta», tira de guitarra y voz para meternos de lleno en una melodía contagiosa en tono acústico, a la belleza de un corte que suena a noche y el deje canalla de Pozo «Ya no eres mi problema» con ese estribillo de excelente acompañamiento femenino de Ana Diego con esencia emocionante. Y dentro de ese trío musical resaltaría la misma calidez que ofrecen en «Haciendo lo mío», ese sabor a ruptura y al poso que la otra persona nos acaba dejando como triste o recuerdo al que agarrarnos, que acompaña nuevamente de guitarra y voz en otra parte central brillante, que es de lo mejor que ha compuesto en su carrera.

Han pasado cinco años, dos de pandemia y un proceso creativo para dar como resultado un disco de un artista que, tirando de la mayor humildad compositiva posible, nos regala un material de indudable brillo artístico, lento, profundo, maduro y preciosista en muchos momentos, con su particular sello cañí que, anota, gana y gana a cada escucha hasta darte cuenta de ello.

Miguel Rivera

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8/10Score