Votos en contra

David Martínez Álvarez Rayden, Suma de Letras

Soy muy de leer de noche, es ese momento, ya sea en un sofá o en la cama, cuando desconecto del mundo digital para adentrarme en otros mundos escritos en páginas, porque en esta era tecnológica lo único a lo que me sigo aferrando (aunque el libro digital siga siendo opción) es a leer en papel.

Continúo ligado al romanticismo y el «descanso» que me ofrece la lectura a la antigua usanza, donde el libro me adentra en un sueño con el que muchas veces lucho cuando una obra me atrapa, y ese ha sido el caso de «Votos en contra» de David Martínez Álvarez, para muchos por y para siempre, Rayden.

El artista reconvertido en escritor nos ofrece un año después de su primera novela “El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo”, una segunda obra en la que se afianza superando con creces lo realizado en su debut literario. Lo hace además de forma sorprendente, esa capaz de hacer que devores casi 300 páginas con un cocktail de sentimientos que van de la risa a la emoción y a cierta rabia y tristeza emocional, algo que no siempre es fácil.

David se ha inspirado en una historia desconocida para la gran mayoría, la corta independencia que vivió el barrio madrileño del Cerro Belmonte en 1990 y una lucha vecinal que nos lleva a adentrarnos en una bonita, cruda y dulce historia manejada con un ritmo y sentimiento que me ha llevado tres cortas noches terminar.

La curiosa historia mezcla crítica social, vivienda, la precariedad juvenil de nuestro país y pone el foco a su vez en la vejez desde un punto de vista romántico, que hará que veas a los mayores de un modo más cercano y tierno, si es que eres de los que pecan de mirar de reojo a la tercera edad.

La protagonista es Lea, una joven trabajadora en una clínica de fertilidad que no tiene hijos y vive un momento duro tras una relación rota y un fondo buitre que quiere echarlos del edificio, ¿os suena de algo?

Esa dura realidad, la de muchos estos días con la vivienda como un problema mayúsculo sin freno alguno y la precariedad laboral, nos llevan a encontrarnos con una pareja de ancianos, Inocencio y Estrella, de los que sales enganchado tras su última página. Su casa será la futura vivienda de Lea, un pacto a tres en el que él va perdiendo la cabeza y ella mantiene la ilusión con una mentira sutil como es la de hacerle creer que siguen independizados de esta España en el barrio de Belmonte.

Todo lo que sucede a continuación tienen momentos de cercanía, algunas mentiras, decepciones pero mucho amor, una lucha vecinal en su fondo y final, relaciones y ex, amigos con derecho a roce y el miedo a perder lo que se tenía y, por supuesto, una auténtica reflexión que es el fondo del libro también, la lacra social que mira al edadismo.

David consigue algo difícil, que mientras leemos la novela reflexionemos sobre todas esas cosas a la vez que nos metemos en la casa de una pareja de ancianos que convertimos en algo así como nuestros abuelos, reflejo de esas generaciones que tantas vicisitudes lidiaron para que a su vez, pudiéramos o al menos, intentáramos poder vivir mejor.

Hay mucha ternura y cierto romanticismo, lo justo para que esta novela beba de otras cosas y de un amor distinto con momentos para la sonrisa y también para la lágrima, en una balanza muy medida y realmente de buen gusto.

Sin lugar a dudas, yo voto a favor de novelas como «Votos en contra», una «elección» ganadora con la que soñar despierto.

Miguel Rivera