FITO Y FITIPALDIS

15/03/2023, Circo Price, Madrid

Tras una actuación como la vivida con Fito y Fitipaldis anoche, podríamos cambiar el dicho “lo que mal empieza bien acaba” por un acertado “lo que bien empieza mejor acaba”, y es que Fito no solo es ya un icono musical de diversas generaciones y amplio público, también un músico que, fiel a su sonido siempre, ha sabido también interpretar sus canciones y mejor sus conciertos para, con la oportunidad que se le presentaba en el Circo Price, reinterpretar sus canciones, darlas un aire nuevo en lo instrumental y sorprender al respetable en sus cuatro noches en el Price de Madrid. Pero vamos paso a paso con su aventura nocturna.

Los que vamos a ver a Fito y los Fitipaldis ya sabemos lo que encontramos, dos horas de rock perfectamente ejecutadas, casi de disco de estudio sobre el escenario, es por ello que nunca defrauda y puede que a veces tampoco sorprenda, porque no es lo que se pretende ni necesita, queremos rock and roll con el carisma de un músico único, y eso es lo que consigue milimétricamente con cada una de sus actuaciones.

Lejos de todo eso pero a la vez muy cerca, la primera de sus cuatro noches en el Circo Price servía para adelantar lo que vais a encontrar los que vayáis en las noches que le quedan en Madrid: una actuación diferente, interpretada de una manera magistral, donde rock, folklore, partes acústicas, sorpresas instrumentales mediante y mucho buen rollo explotan ante nosotros.

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Fito y Fitipaldis han sabido leer entre líneas y preparar un show a cuatro noches espectacular, desde sus luces hasta el sonido, pero ante todo en un recorrido teatral o circense si se me permite en el más pulcro y espectacular significado del término, haciendo honor al recinto en el que tocaba interpretar.

Un show de algo más de dos horas en el que Fito, cuidando todo al detalle, que arrancaba entre aplausos y gritos con un delicioso “Me acordé de ti” y el ritmo rockero de “Fantasmas”, deudor siempre del clasicismo de letras contagiosas, esas que todos nos sabemos, generaciones adultas y muchos jóvenes también entre el público, aquí sin distinciones.

Es capaz de cambiar de tercio, calmando a la elegancia blues que destripa en “Que me arrastre el viento”, con un rock star como Carlos Raya, fiel compañero de aventuras que se llevaría diversas ovaciones del público, no solo él, porque lo que tiene Fito es una bandaza mayúscula, que hace que sea una máquina engrasada casi obscena al verla tocar de manera perfecta.

Que bien le sientan los sonidos crudos de su “A morir cantando”, reluciendo en el blues exquisito con el que se dirigía al público “siempre es un placer volver aquí y cuatro noches” ante los aplausos enfervorecidos del respetable, que abarrotaba un recinto que sobredimensionaba aun más el duce momento. Desde “Como pollo sin cabeza” a la calidez musical de “Si me ves así” todo sonaba magistral, con un silencio acongojante para dejar sentir su voz mientras iban entrando el resto de músicos, esos que harían un espectáculo mayor.

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Desde mandola a contrabajos, pasando por teclados o saxo, cantidad instrumental que enriquecía el espectáculo de circo agigantado por interpretaciones como las que que ofrecían Diego al violín, convertido en una estrella del rock de cuerda aplaudido a rabiar, un ser capaz de hacer música con un serrucho dejando a todos boquiabiertos o el momento divertidísimo de Jorge al acordeón, jugando entre las filas del público a medio concierto, recuperando ese juego e interactuación entre artista y el patio de butacas, tan propio de un recinto como en el que nos encontramos.

Un espectáculo clásico con modernidad para cambiar de tercio y aspecto, ese en el que toda la banda cogía asiento para completar un set acústico nostálgico, mientras Fito agradecía que estuviéramos ahí al grito de “sois una putada bendición”. Recuperaba el “Me quedo aquí” en forma de cover de Fetén Fetén “la canción más bonita que he interpretado” decía para mirarnos con “Ojos de serpiente” y con divertimento vocal llevarnos a “El funeral” más vivo que recordaremos, llevando la teatralidad y ambiente circense al infinito y más allá.

Aplausos y gente poniéndose de pie para rendir tributo a toda la banda, caminando del pasado al presente con cortes ya queridos aunque recientes como “Cada vez cadáver” que funciona a las mil maravillas sobre el escenario, igual que un “Vuelo hermético” convertido pronto en clásico, uno de esos temas que ya sabe la gente como si de un “Soldadito marinero” se tratara, pero para este aún quedaba, porque antes “Me equivocaría otra vez” en esa racha de hits que levantaban ahora sí al público, que hasta entonces había sido pulcro en sus asientos. Y así, poco a poco construía “La casa por el tejado”, locura emocional con presentación de toda la banda, la que hace girar a la máquina.

Momento para el bis donde volvían en solitario Fito y Carlos para arrancar “Entre la espada y la pared” con guitarra y mandola ante el silencio que se iría rompiendo sumando a banda y público en un final apoteósico, fiesta en un Price cuyas paredes eran testigos de clásicos envidiables como “Soldadito marinero”, “Por la boca vive el pez” y la fiesta final “Antes de que cuente diez”, dejando el listón más que alto.

Sonrisas, emoción, divertimento, nostalgia y una forma de reinterpretar tu carrera en un espectáculo diferente para Fito, sabiendo perfectamente dónde se encontraba y lo que podía ofrecer un concierto en un circo lleno de magia al que sumar el carisma único y talentoso de su líder, ese que dejaba su boina y gafas en el suelo, para acabar arrodillado con la mano en el corazón para agradecer lo vivido. El respeto es mutuo.

Miguel Rivera