La calle del terror: 1978

Netflix

Qué maravilla comenzar el verano y para muchos las vacaciones, encontrándonos ya un evento cinematográfico de terror a la altura. Desde la pasada semana Netflix nos propone, a lo largo de tres viernes consecutivos, una quedada delante de la pequeña pantalla para disfrutar con una saga de miedo y maldiciones de indudable valía.

La calle del terror (Fear Street) es la estupenda forma que ha tenido su directora Leigh Jackman de entender la pasión y cuidado homenaje del slasher de los 90 a día de hoy. Lo hace mirando al pasado y, con cada entrega, rinde tributo a cintas de terror de la época con solemnidad, buen gusto y mucha sangre.

El pasado viernes comenzaba nuestra cita con los asesinatos en La calle del Terror: 1994. Un homenaje puro y duro a Scream y el terror adolescente de los 90 para iniciar la historia de una bruja, Sarah Fryer y la maldición que asola dos localidades enfrentadas, Shadyside y Sunnyvale.

Ayer mismo disfrutábamos con la segunda entrega, La calle del terror: 1978, comenzando justamente en donde nos quedábamos en su primera entrega. Deena acude a casa de la única superviviente de la matanza anterior, C. Berman, quien cuenta la historia de la bruja desde su vivencia en el campamento de verano Nigthwing y la posesión de Tommy Slater, que pondrá patas arriba el campamento en una orgía nocturna de sangre y asesinatos por doquier.

Nuevamente encontramos referencias y homenajes varios, en esta ocasión con un camping como telón de fondo y Viernes 13 y Halloween como grandes referentes visuales. La producción, historia, puesta en escena e interpretaciones (con Sadie Sink de Stranger Things 3) brillan por encima de su primera entrega, donde la música vuelve a tener gran protagonismo con temas de Kansas, Buzzcocks o The Runnaway metiéndonos de lleno en una historia cuyo comienzo y desarrollo son notables.

Conocemos más sobre los misterios que planteaba su película predecesora, descubriendo más de los orígenes y el por qué de la maldición. Posesiones, brujas, escondites y tumbas se dan la mano mientras un asesino con similitudes al Jason Voorhees de Viernes 13 forja su particular matanza y siembra toda una noche de terror en el campamento.

Brillante segunda parte que pone un poco más en orden lo que fuimos conociendo el viernes pasado y que viene a ser un regalazo para estas noches de verano, destinado especialmente para nostálgicos del terror de los 80 y 90, en todo un homenaje que toma su propio camino, creando un evento de cine en casa de verano para el que esperamos su desenlace final el próximo viernes.

Miguel Rivera